Tod Browning, fue un prolífico cineasta norteamericano del cine mudo y también de los inicios del cine sonoro a comienzos de los años 30. Filmó alrededor de 60 películas. De ellas quisiera destacar Freaks, de 1927. Pese a ser una de sus grandes películas, fue rechazada tras su estrenó. El público salía muy perturbado de la exhibición, profiriendo insultos y abandonando la sala antes de que terminara la proyección. Treinta años después, fue reconocida como una obra maestra y se transformó en una película de culto.
Efectivamente, la obra impacta desde el inicio, nos choca e inclina a los espectadores a querer refugiarse en su ilusoria sensación de “completitud humana” que, a medida que transcurre el film, se transforma en una angustiosa conciencia de vulnerabilidad, déficit, carencia e incluso discapacidad.
Los personajes elegidos por Browning son personas reales, freaks circenses. Personajes que conoció desde muy joven, cuando a los 16 años dejó el hogar para ir a trabajar a un circo. Siempre le atrajeron los sujetos esperpénticos, con anomalías físicas que, en aquella época, eran explotados como personajes exóticos. Debo recalcar que, con excepción de cuatro figuras del film que son físicamente normales, todo el resto del elenco son enanos, siameses, personas sin extremidades, mudas, ciegas, etc. Todos ellos configuran un mundo subterráneo oscuro, grotesco en el que no se victimiza a nadie, ni tampoco se condesciende. Estos personajes aparecen en su vida cotidiana, en sus relaciones naturales, en sus amores y conflictos, en un ambiente de comunidad y de profundo sentido solidario. ¿Es que acaso lo anormal pertenecer al submundo? ¿Qué es lo normal y que es lo anormal? Esta es la pregunta que plantea el director. Se produce una identificación y una empatía hacia lo anormal, ya que son estos personajes esperpénticos los que sutilmente muestran su sensibilidad, su astucia, su capacidad para enfrentar los obstáculos de la sobrevivencia.
La tesis a la que apunta la película es que existe belleza en lo monstruoso; o, más bien, que dicha “anormalidad” manifiesta sentimientos y valores que muchas veces, quienes se consideran “normales” no son capaces de sentir; y también, que lo verdaderamente monstruoso es considerar a estos seres como monstruos.
Clara Rosenblut
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